miércoles, 10 de septiembre de 2014

Carta a un amigo viajero




Amigo, hermano. Hoy te vas otra vez pero esta vez no quería que lo hagas sin antes darte algo para el viaje, regalarte mis humildes palabras que quizás aporten un poco a tu camino.
No voy a pedirte que me traigas recuerdos de las ciudades que conozcas, mucho menos suvenires, tampoco que saques muchas fotos.
Tampoco te voy a pedir que me escribas seguido, ni que me vayas relatando tu viaje. Mucho menos que me llames por teléfono.
Pero sí te voy a pedir que conozcas a muchas personas, que te rías mucho y que llores también en el momento que sea necesario hacerlo. Que hagas cosas que nunca hiciste, cosas que yo nunca me atrevería a hacer. Seguí viviendo el presente sin pensar en lo que pasará en el futuro, cosa que todavía no me animo a hacer.

Sé que habrán dudas en tu camino, replanteos, pero confío en que seguirás confiando a tus sentimientos, como lo estas haciendo en este momento, que seguirás haciendo lo que sentís, lo que te hace feliz y no lo que la mayoría cree más “conveniente”.
Cuando esas dudas aparezcan solo recorda lo que sentías estando acá, en tú lugar que de acá no se va a mover. Recordate en esta rutina, recordate inmerso en ella y lo poco feliz que te hacía vivir así, de la manera en que la mayoría lo hacemos. Sí, y esto lo sé no solamente porque me lo contabas sino porque también se veía en tus ojos.
Cada vez te conozco más y comprendo mejor que no podes quedarte mucho tiempo quieto, sos de alma inquieta. Te veo como un pájaro que no puede vivir feliz enjaulado mucho tiempo, que necesita volar cada tanto y cambiar de “jaula”, volver y luego salir otra vez para seguir aprendiendo. Y lo mejor de esto es que lo haces, que escuchas a ese sentimiento, a esa necesidad, agarras tu mochila y salís para ver si realmente eso te va a dar felicidad.
Una vez me dijiste que la responsabilidad más grande que tenemos en nuestra vida es la de ser feliz y tenes toda la razón. Todos deberían pensar (y sentir) así, cada uno con su manera de vivir pero buscando su felicidad, la real, no la que nos quieren hacer creer en las publicidades.

También quiero pedirte que no te pierdas ni un segundo de los días, que aprendas lo más que puedas para que puedas compartirlo cuando vuelvas.
Una vez leí por ahí que de un viaje no vuelve la misma persona que se fue, es decir que vuelve pero cambiada, vuelve con experiencias nuevas, con cosas aprendidas. Eso ya lo experimente varias veces con vos y me gusta que eso pase. No me gusta ver a esas personas que en sus vacaciones son recopadas pero si te los cruzas un día común yendo a su trabajo no frenan ni para decirte la hora, lo vivido en sus vacaciones quedó en sus vacaciones, en el dúplex de Mar Chiquita, y vuelven como si nada hubiera pasado. Lo difícil es mantener esa sensación que la mayoría solo siente en ese momento, el que solamente parece que es una pausa en su vida “real”, algo aparte y no parte de su vida.
Volve con historias nuevas, con amigos nuevos, con compañeros de viaje nuevos. Volve distinto.
Eso hace que el viaje sea justificado, de nada serviría que lo hagas si el viaje no te cambia ni en lo más mínimo. La diferencia entre irse de vacaciones e irse de viaje.

Lo más importante que quiero pedirte es que me traigas a vos. Sí, que vuelvas, y en esto voy a ser egoísta. Volve para compartir y así los que nos quedamos acá también podemos aprender con tus experiencias.
Volver también es parte del viaje y sé que te gusta volver.

Acá te espero con este abrazo, siempre.





lunes, 1 de septiembre de 2014

Estar

San Carlos de Bariloche

Estar viviendo en una ciudad distinta a la de siempre,
estar trabajando en un lugar nuevo,
ir y volver del trabajo a dedo,
hacerlo con un paisaje hermoso y natural clavado en los ojos,
convivir con personas “nuevas” y sentirlas familia.
Salir del trabajo y que tu jefe te proponga ir a dedo en vez de en colectivo.
Trabajar en dos lugares a la vez y no sentirlo como un trabajo.

Cambiar tan rápido de forma de vida, de “rutina”, me fuerza a aprender.
Deseaba algo así pero recibi mucho más de lo que deseé.

Es raro pensar en cómo era mi vida tan solo dos meses atrás, dos semanas atrás y me intriga pensar en cómo será en dos meses, o en dos semanas…
Cambios, no paran de sorprenderme. Cuando pienso en que ya nada me puede sorprender parece que la vida se siente desafiada y pum, todo vuelve a cambiar. Es ahí cuando surgen las mejores cosas.
Algo tan relevante en una vida como perder una campera, pero tan importante en el medio de un viaje puede ser la zanahoria que te impulsa a seguir trabajando para cambiarla, “quizás era hora de cambiar de campera”. Fue la confirmación tangible de que algo aparentemente pequeño puede ser el desencadenante de algo grande, la primera ficha de un gran dominó. Gracias a esa pérdida conseguí más trabajo (necesitaba comprarme otra campera), conocí personas que no olvidaré, surgió una gran persona y me regaló su campera, me quedé más tiempo en este lugar del que había planeado y estuvo buenísimo.
Si, fue re feo perder esa campera que me gustaba mucho, había sido una gran inversión y tenía cierto valor afectivo. Pero ahora, viendo cómo sucedieron las cosas luego de esa pérdida, si pudiera volver en el tiempo la volvería a perder.

Una vez leí algo que decía que el cambio significa vida, que en la naturaleza lo que no cambia carece de vida. Entonces ¿Qué esperas para cambiar, para generar ese cambio?
Prueba saltar y cambiar. Cualquier cambio en válido, por más pequeño que parezca.
Estar en una ciudad distinta a la de siempre.
Estar en un trabajo haciendo algo distinto.
Estar con personas “nuevas”.
No vivir por inercia.

¡Realmente ESTAR!