viernes, 28 de noviembre de 2014

El ancla imaginaria





Ya a dos cuadras de mi hogar, o el lugar que hizo las veces de hogar por el tiempo en que el ancla estuvo sumergida, las dudas desaparecen. Todo ese miedo por el vértigo a salir de nuevo a la ruta se transforma en adrenalina y en ansias por llegar a ese peaje o ese punto de salida que será el trampolín para la próxima aventura.

Siempre digo que el día que no sienta más ese vértigo, esas cosquillas en la panza al llegar a la ruta, dejaré de viajar, o lo haré de otra manera. Esa adrenalina es el combustible principal que me mueve a viajar. Esa incertidumbre de lo que sucederá, de que por más que haya hecho un boceto de la ruta es la persona que frene la que me ayudará a apretar el lápiz y darle forma definitiva a mi ruta. La intriga de quien será esa persona, de qué historia nueva me compartirá, que personaje será y si ocupará sólo un párrafo de este libro o varias páginas.
También es ése el combustible que me mueve mientras estoy anclado produciendo, para conseguir los bienes necesarios básicos para poder seguir viaje. En este momento en eso estoy, contando los días para volver a salir a la ruta, mirando mapas y fotos cada vez más seguido, cuando menos falta más seguido lo hago.

Estar quieto es muy difícil. Hasta me sueño en viaje, que estoy viajando en un camión o en un fogón. Señales claras de la abstinencia a viajar.
Ya no me entra en la cabeza el concepto de trabajar todo un año para tener 2 semanas de vacaciones. Lo siento al revés, trabajo un tiempo para irme de viaje lo más que pueda. Seguiré haciéndolo mientras sienta la necesidad de hacerlo y mientras pueda hacerlo. Llegará el día en que quiera dejar el ancla sumergida para que eche raíces y en ese momento eso será lo que me haga feliz y no podré hacer otra cosa más que eso. La prioridad en mi vida es ser feliz y así debería ser siempre. No hay frase más triste que la que escucho a veces: “No queda otra”. SIEMPRE hay otra, sólo que el cambio cuesta, da vértigo, pero se puede.

A veces cuesta tener la claridad mental para darse cuenta qué es lo que realmente sentimos, a que voz escuchar, pero es cuestión de esperar un poco y la opciones incorrectas decantan solas y la que tenemos que seguir sale a flote.

Las casualidades que aparecen en el camino son la señal de que vas en la dirección correcta.

Llámenme loco, hippie o con el rotulo que quieran pero así soy feliz y no me da miedo seguir lo que siento. Me encanta comprobar que lo que para algunos es utópico en realidad no lo es. Que no se necesita tanta plata para viajar, que se necesita más ganas que dinero, porque si realmente se sienten ganas de algo sobran razones, de lo contrario lo que sobran son excusas para no hacerlo. Hoy todavía algunos nos miran raro a los que pensamos así, que por suerte cada vez somos más. Quizás en un tiempo vivir de esta manera sea más “normal” y espero que así sea.


“No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo”