jueves, 26 de marzo de 2015

Con -7,80 en la SUBE





Así entré a Bs. As. En un auto que me trajo directo desde San Luis. Era tempranito, tipo 6 AM y el conductor, que muy amablemente me llevó, me dejó en el medio de un cruce de rutas bastante complicado, General Paz y Au. Perito Moreno (Acceso Oeste) en Liniers. No fue casualidad llegar a esa hora ya que no me gusta caer a la gran ciudad de noche, mi idea era viajar toda la noche para llegar más o menos en ese horario.
Cuando baje de esa autopista y luego de cruzarla con los autos pasando a gran velocidad, cosa de lo que no me enorgullezco ni recomiendo, tenía que ubicarme y ver cómo llegar a Liniers, el lugar donde paran todos los colectivos, mientras caminaba por debajo de todas esas autopistas cruzándose por arriba de mi cabeza. Gracias a la ayuda de un señor que iba para el mismo lado pude encontrar el lugar donde tenía que tomar el colectivo que me lleva a mi casa todavía y todavía tenía que encontrar la tarjeta del colectivo, la SUBE, que siempre me cuesta tanto encontrar en mis regresos. Pareciera que la tarjeta siempre se acomoda en el rincón más oculto de la mochila como esperanzada de que en esta oportunidad pueda quedarse a vivir ahí para siempre.
Llegué a la parada del  colectivo y por suerte en esa misma vereda había un quiosco en el que cargaban la SUBE, un problema menos. Bajé la mochila al piso y la tarjeta se dejó encontrar con facilidad. Entré al quiosco y antes de cargarla pregunte cuánto crédito me quedaba en la SUBE, esa es siempre otra intriga que tengo al llegar. Me quedaba menos siete peses con ochenta. La cargué y salí.
Miré la parada del colectivo y había MUCHA gente, al parecer ya era “hora pico” ahí y la gente estaba yendo a trabajar. Justo llegó un colectivo que me podía tomar y me quedé mirando cómo la gente luchaba por subir, iban colgados con medio cuerpo afuera y mientras tanto yo pensaba en cómo iba a hacer para lograr esa hazaña con semejante mochila a cuestas. En ese momento me vino una gran angustia. Fue un shock urbano, me dieron ganas de salir corriendo, ganas de llorar, todo al mismo tiempo. Tenía ganas de volver pero por ese instante se me fueron y pensé “que hago acá”. Empezaba a caer en la cuenta de que realmente volví.
Resumo diciendo que subí por la puerta trasera casi sin pensarlo y sin muchos problemas, lo sentí como el primer milagro que me regalaba Bs. As. Estaba otra vez en ese mar de gente.

Siempre me pregunto, al mirar a las personas en el colectivo, de donde vendrán o hacia donde irán. Y en momentos como estos, con esta gran mochila, me pregunto si alguien hará lo mismo conmigo… si supieran de donde estoy llegando, creo que ni se lo deben imaginar.

La idea es mantener la cabeza en viaje, como cuando estoy en viaje, no engancharse con este mar… me repetía eso muchas veces mientras el colectivo seguía su rumbo en ese lío de autos y colectivos. 







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